Recopilado por Ricardo Bittelman Saporta, oftalmólogo
Si bien con el arribo del otoño los ojos no se exponen directamente al sol, en esta época también es de suma importancia cuidarlos. La afección más habitual de esta parte del año es la sequedad visual, un trastorno que se genera en la superficie de la córnea y la conjuntiva, debido a la falta de producción de lágrimas o por su mala calidad.
Las manifestaciones fundamentales del síndrome de ojo seco son el escozor, irritación, enrojecimiento, sensación de cuerpo extraño o arenilla en la superficie ocular, así como fatiga, lagrimeo y pesadez en los párpados.
Un ojo mal lubricado puede derivar tanto en molestias como en lesiones de la córnea y conjuntiva. Por este motivo, el diagnóstico y tratamiento temprano son primordiales para prevenir daños oculares mayores. Para tratar estos problemas, generalmente se usan lágrimas artificiales y pomadas lubricantes, que contribuyen a hidratar la superficie visual. No obstante, todos estos medicamentos deben ser recetados por un oftalmólogo.
La sequedad visual surge en otoño e invierno debido a factores ambientales asociados a ambientes con gran evaporación. De esta forma, la calefacción o el viento son detonantes clásicos de esta enfermedad. Los ambientes cerrados con estufas también propician el desarrollo del ojo seco y la irritación.
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