Recopilado por Ricardo Bittelman Saporta, oftalmólogo
Es primordial la detección precoz de anomalías oculares de cualquier tipo. Esto porque en la niñez es cuando se decide el futuro de la salud ocular, ya que afecciones no tratadas durante esta etapa podrían convertirse en irreversibles.
El desarrollo visual de un menor termina entre los 6 y 7 años de edad, donde los ojos alcanzan el 90% del tamaño que tendrán en la adultez. Asimismo, un ojo que no pueda ver después de esta edad, ya no podrá hacerlo nunca.
Enfermedades como la miopía, la hipermetropía o el astigmatismo son los problemas visuales más comunes en la etapa escolar. De no ser tratados, estos vicios de refracción pueden terminar en estrabismo o ambliopía, que consiste en una reducción permanente de la vista de uno o ambos ojos.
La prematurez extrema también puede ocasionar patologías oculares, así como grandes dosis de oxígeno. Afecciones congénitas o de origen neurológico son otras causantes de estos males.
Por estos motivos, hay que estar atento a ciertas señales que los niños presentan. En primer lugar, si el menor muestra movimientos incontrolables de sus ojos podría padecer nistasgmus. Asimismo, si tienen las pupilas blancas siempre es causal de preocupación, ya que es un indicio de patología.
Asimismo, si el niño choca constantemente con los objetos que tiene adelante y siempre lo hace por el mismo lado, podría haber complicaciones. Igualmente, si observan la pantalla del televisor o computador demasiado cerca podría deberse a una deficiencia ocular. El dolor de cabeza luego de utilizar estos artefactos o después de leer también puede indicar afecciones.
Para prevenir cualquier trastorno, es de suma importancia llevar a tu niño a controles periódicos con un oftalmólogo. De esta manera, se podrán detectar enfermedades y brindar un tratamiento apropiado a tiempo, antes de que éstas se vuelvan irreversibles.
Fuente: http://www.clarin.com/