Recopilado por Ricardo Bittelman Saporta, oftalmólogo
En algún momento, la mayoría de los niños experimentan molestia a la luz del sol, denominada fotofobia. En casi todos los casos, no es señal de algún problema ocular. No obstante, algunas veces hay que ponerle atención a este síntoma.
Presentar fotofobia reiteradamente puede significar que el menor tenga defectos refractivos como el astigmatismo, miopía e hipermetropía, por lo que es importante un control oftalmológico en estos casos. Así, igualmente pueden prevenirse enfermedades oculares todavía más serias, como la ambliopía o también denominada “ojo vago’’.
Esta sensibilidad a la luz también puede ser indicador de una afección severa desde los primeros meses de vida, como el glaucoma congénito o incremento de la tensión ocular. Otras manifestaciones de esta enfermedad son lagrimeo, aumento del tamaño ocular, anomalías en la córnea y daños del nervio óptico en casos avanzados, entre otras.
Sin embargo, como mencionamos al principio, la mayoría de las veces este síntoma no es motivo de gran preocupación. En ocasiones, la fotofobia se da por tener ojos claros, donde el iris poco pigmentado hace que la entrada de luz sea más potente.
Para evitar cualquier complicación, es importante llevar a los niños a chequeo oftalmológico antes del mes de vida. La edad no es un impedimento para saber la graduación que posee un niño y, principalmente, esta revisión temprana sirve para descartar problemas que puedan desarrollarse a futuro.