Recopilado por Ricardo Bittelman Saporta, oftalmólogo
En los niños, la mayoría de las veces es dificultoso saber cuándo deben ser llevados al oftalmólogo. Esto porque el menor en muchas ocasiones no se da cuenta de que tiene algún problema visual y percibe la situación como un estado normal. Por este motivo, es importante que los padres estén pendientes de ciertas señales que ayudarán a determinar posibles afecciones a la vista.
No obstante, aunque no se observen dificultades oculares aparentes, se recomienda llevar al niño a control oftalmológico rutinario en las siguientes edades: al mes de vida, para detectar afecciones graves y malformaciones congénitas; a los 6 y 7 meses de vida, para diagnosticar un posible estrabismo; a los 18 meses, para identificar problemas refractivos; y por último, a los 2 años.
Los primeros años de vida son fundamentales en el desarrollo visual. Nunca es muy temprano para el primer chequeo oftalmológico del infante, aunque estos controles serán más completos mientras el niño vaya creciendo y pueda contribuir en el diagnóstico.
Si advierte que el menor muestra alguna de las siguientes señales, debe ser llevado a una revisión oftalmológica a la brevedad para determinar el problema y el tratamiento a seguir: desviación de ojos, dolor de cabeza tras realizar actividades donde esfuerce la vista, ojos rojos, lagrimeo excesivo, reflejo blanco de la pupila y escozor, entre los principales síntomas. También si existen antecedentes familiares de miopía, hipermetropía, astigmatismo u otras patologías visuales.
Fuente: http://www.admiravision.es/
