Recopilado por Ricardo Bittelman Saporta, oftalmólogo
La toxoplasmosis ocular es una infección de las capas interiores del ojo, producida por un parásito. La patología puede ser congénita (infección desde la madre al feto mediante la placenta) o contagiada cuando se es adulto. El síntoma más evidente es la visión difuminada, debido a la opacidad del medio (debris en el vítreo), aunque la vista también puede sufrir cambios si la afección ataca las áreas vitales de la retina (mácula o nervio óptico).
Anteriormente se pensaba que este padecimiento era sólo de carácter congénito. Sin embargo, con nuevos estudios se determinó que también puede adquirirse mediante alimentos, el agua y aire.
Para prevenir, es recomendable reforzar el lavado de alimentos naturales que pudiesen contaminarse con tierra que contenga ooquístes de deposición de gato. Asimismo, debe utilizarse agua potable y no consumir carne cruda.
El tratamiento para la enfermedad consiste en la administración de antiinflamatorios y antibióticos. Esto ayuda a reducir considerablemente los síntomas e, incluso, en algunos casos puede contribuir a mejorar la visión. No obstante, lo más importante es que ayuda a detener el avance de la enfermedad y evitar consecuencias más graves.
Lamentablemente, la toxoplasmosis se vuelve bastante recurrente, por lo que el paciente deberá acudir periódicamente a un especialista para realizar el debido seguimiento.