La cornea es la lente de mayor potencia del ojo y se encuentra por delante del “diafragma” que es la pupila. Su peculiaridad es la transparencia que se consigue por la ausencia de vasos sanguíneos, logrando el aporte de oxigeno y nutrientes a partir de la lagrima y por la extremadamente precisa distribución de los queratocitos . Esta transparencia suele verse amenazada por procesos cicatriciales que desestructuran el interior de la cornea (estroma). Otro factor básico para la transparencia es la deshidratación relativa de la cornea , que se consigue por la acción de “bombeo” de las células de la capa más interna (células endoteliales), que se caracterizan por no reproducirse. Cualquier trauma o degeneración que comporte una perdida sensible del número de estas células puede provocar una hinchazón de la cornea (edema) que enturbie su transparencia.
Es lógico intuir que por sus características eminentemente ópticas, la patología grave corneal afectará a la visión.
Así mismo la cornea se caracteriza por una rica inervación de ramas del Nervio Trigémino, por lo que es una estructura que puede producir al dañarse una sensación de cuerpo extraño (broza) o un intenso dolor.